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El pueblo de Navarro fue protagonista de aquellos tiempos
fundacionales de nuestra Patria. Sus vecinos fueron testigos
directos del grito de ¡LIBERTAD!
del año 1810 y de la voluntad
de independencia expresada en el Congreso de Tucumán.
Doce años después se iniciaría un
prolongado período de luchas civiles y trágicas
divisiones entre argentinos.
El fusilamiento del Coronel Manuel Dorrego
Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, cambiaría
para siempre la historia de nuestro país.
El 9 de diciembre de 1828, el suelo de
Navarro se tiñó de sangre al recibir la
derramada de los muertos en el combate librado en sus
campos, a poca distancia del poblado.
Cuatro días después, el 13 de diciembre,
el General Juan Lavalle, desde su campamento instalado
en la Estancia El Talar, ordena el fusilamiento de su
derrotado sin otorgar el derecho a juicio previo ni de
defensa alguna.
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El Coronel Manuel Dorrego
cae ante el pelotón de fusilamiento, su cuerpo
es sepultado a la vera de nuestra capilla y; en
este lugar descansarán hasta el 13 de diciembre
del año siguiente, momento en que el Brigadier
Juan Manuel de Rosas ordena la exhumación
y el traslado para su inhumación y honras
en Buenos Aires.
La luz se escurre buscando en los barrotes las huellas
de las voces y los hechos. La humedad nos dibuja
en las paredes los fantasmas del dolor y el desencuentro
y la historia, enlazada en la glicina, se trepa
por las rejas y el aljibe. El azul unitario se entremezcla
con nubes federales, que en los teros, escriben
con sus sílabas de luto la muerte y la tragedia
de Dorrego. |
Alicia Esain . Escritora navarrense El
fusilamiento
En Navarro, a sólo dos kilómetros del pueblo,
el origen de posteriores desencuentros entre argentinos
se escribía con sangre.
El año 1828 estaba llegando a
su fin, y Navarro ya había sido testigo de muchos
hechos en el devenir del nacimiento de la Patria. Sus
paisanos ya habían participado en las filas de
soldados y blandengues que reconquistaron Buenos Aires
en 1807, años después,
sus vecinos escucharon los ecos del grito de libertad
del 25 de Mayo 1810; seis años más tarde,
los mismos sumarían su adhesión a la jura
de la independencia proclamada en Tucumán el 9
de Julio de 1816.
Pero la historia de la patria, en aquel año 1828,
pasaría por nuestro suelo y escribiría una
de sus páginas más tristes e injustas, dando
inicio a luchas civiles que perduraron por décadas.
El 1 de diciembre de 1828, el primer
gobernador de Buenos Aires elegido por el voto popular,
es destituido por una revolución nacida en espurios
intereses.
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El primer Federal que
accedía a gobernar Buenos Aires, él,
el indómito al que tanto admiraban los habitantes
de las orillas urbanas de Buenos Aires y el gaucho
de la campaña, era derrocado por los representantes
de intereses absolutamente contrapuestos.
Las fuerzas del Gral. Juan Galo Lavalle
hacen huir al Gobernador Dorrego, y éste
sale en procura de apoyo para reconquistar el poder
perdido. El 9 de diciembre, ocho días mas
tarde del derrocamiento, ambas fuerzas antagónicas
se enfrentan en batalla en los campos de Navarro.
Las fuerzas de combate de Dorrego no pueden con
el armamento y el número de sus opositores,
y derrotado, vuelve a huir. Lavalle, al mando de
sus hombres, queda acampando a la vera de la laguna,
en la estancia de Juan Almeyra, a la espera de la
captura de su derrocado y derrotado. |
En su huída, el 10 de diciembre, al atardecer,
Dorrego llega a Salto Argentino y creyéndose a
salvo de sus perseguidores se decide a descansar en la
estancia de su hermano Luis, lugar donde también
se encuentra acampando el Regimiento N° 5 de Húsares,
comandado por el amigo de Dorrego, Coronel Ángel
Pacheco, quien está dispuesto a ayudar al Gobernador
destituido, pero su segundo jefe de Regimiento, el Comandante
Bernardino Escribano, obedece la orden de detención
de la que se entera en el momento y sublevando el regimiento
acampado a favor de los revolucionarios comandados por
Lavalle, toma prisioneros al Cnel. Manuel Dorrego, a su
hermano Luis y a su jefe directo, el Cnel. Pacheco.
Los tres detenidos son conducidos a Buenos Aires en un
birlocho debidamente custodiado, pero en las cercanías
de la Cañada de Giles, la comitiva es interceptada
por el Coronel Federico Rauch (declarado enemigo del Gobernador)
quien otorga libertad a Luis Dorrego y a Pacheco y los
hace seguir viaje a Buenos Aires, mientras que a Manuel
lo conduce detenido hasta Navarro. En la mañana
del 13 de diciembre, -muy temprano- Dorrego es demorado
en el pueblito de Navarro a la espera de las órdenes
de Lavalle que estaba instalado en la estancia El
Talar -de Almeyra-.
A las 13,15, el Mayor Juan Elías, responsable de
la vigilancia y cuidado del detenido, es informado por
un ayudante de Lavalle que debe transportar a Dorrego
hasta la estancia donde él tiene instalado su campamento.
El Gobernador capturado llega a El Talar alrededor de
las 14 horas. La orden fue terminante por parte de Lavalle:
-“...Intímele
que en una hora será fusilado”
seguido de: - “
¡No quiero verle ni oírle”
El párroco de Navarro, Juan José Castañer
–primo del infortunado condenado- lo asiste espiritualmente
en esos últimos momentos. Dorrego redacta sendas
cartas a su esposa y a sus hijas, redacta instrucciones
de orden administrativo y se despide mediante cartas de
sus amigos, a la vez que ruega se renuncie a cualquier
acto de venganza derivado de su muerte. Apoyado en el
brazo de su primo y sacerdote de Navarro, y en el de amigo
y camarada Lamadrid marcha hacia el patíbulo.
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Intercambia su chaqueta
con el Gral. Lamadrid, entrega los tiradores de
seda de sus pantalones para que le sean alcanzados
a su hija, y entrega su vida ante el pelotón
de fusilamiento en una tórrida siesta de
diciembre.
El pueblo de Navarro junto al gauchaje de toda la
provincia lloraron el injusto fusilamiento de su
Gobernador, anónimamente a modo de póstumo
y secreto homenaje se escribían versos como
estos:
"Cielito, cielo
que sí cielito, cielo nublado. Murió
el coronel del Pueblo. En los pagos de Navarro..."
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Una cruz de ñandubay marcó por muchos años
el lugar del fusilamiento y, ciertamente, otras habrán
sucedido a ella en la función señal y memoria;
hasta que en el año 1925, una
delegación de niños y docentes de la Escuela
N° 17 a cargo de la maestra Ana Bildostegui y con
el niño Poncio Ariet como abanderado, reemplazó
la dañada cruz de madera dura por una nueva de
hierro forjado realizada en la herrería de Aristía
Hnos.

El encargado de la Estancia El Talar de entonces, alambró
un pequeño perímetro para protegerla del
daño de vacas y caballos, hasta que en el año
1928 –centenario del fusilamiento-
familiares de Dorrego costean un monolito de ladrillo
que servía de basamento a una cruz de lapacho.
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En la misma fecha, 13
de diciembre de 1928, en Navarro
se impone el nombre Dorrego a la actual calle 111
y se inaugura el busto del prócer en la plaza
homónima.
Cuarenta años después, en ese mismo
sitio donde se levantaba el monolito y la cruz,
se construye el monumento y templete gestionado
por el entonces Intendente Municipal Don Roberto
Romeo, y es inaugurado el 7 de mayo de 1968
con la presencia del Gobernador de Buenos Aires,
Gral. Francisco Imaz.
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